Lo siguiente es una columna de José Ángel Otero Ricart para Faro de Vigo, Domingo, 20 de marzo de 2005. (Fuente ).
Hubo un tiempo en que la educación incluía algunos detalles elementales de comportamiento social, de urbanidad en el trato con otras personas. Es más, esos detalles constituían como la base en la que se asentaba el resto de la educación, hasta el punto de que quien los despreciaba era considerado simplemente como un maleducado, por muchos conocimientos culturales o científicos que tuviese. Nuevos hábitos y nuevas tecnologías parecen empeñados ahora en desterrar para siempre lo que en otras épocas era motivo de elogio y consideración.
Digo lo de nuevos hábitos porque un feminismo mal entendido ha ido borrando poco a poco la delicadeza en el trato y en el vocabulario. Porque triunfa un individualismo tan irracional que impide hasta el saludo de cortesía en el portal o en el ascensor. Porque en la moda y en el arte se lleva lo sucio y lo grosero.
Y digo lo de nuevas tecnologías porque los medios audiovisuales se han convertido en barrera casi insuperable para el trato con los demás. Porque en la televisión se impone lo zafio y lo chabacano. Porque el teléfono móvil se ha convertido en excusa para evitar el diálogo con el vecino inoportuno. Porque unos auriculares nos aíslan de conversaciones cargantes o comprometidas.
Nuevas tecnologías a las que rendimos pleitesía de una forma absurda. A nadie se le ocurre, por ejemplo, dejar a una persona con la palabra en la boca para prestar atención a otra a la que acabamos de ver. Sin embargo, esa situación es habitual con el teléfono móvil: dejamos plantado. a nuestro interlocutor real por atender la llamada de un interlocutor virtual.
Son sólo algunos ejemplos de la falta de educación -en el sentido tradicional de la palabra- que se observa en nuestra educada sociedad. Detalles de cortesía, de puntualidad, de caballerosidad, de delicadeza en el trato que todos echamos en falta en más de una ocasión. Ya sé que hoy en día no se lleva lo de cuidar las formas, pero deberíamos saber diferenciar entre lo que sólo es hipocresía o engolamiento y las auténticas virtudes que hacen agradable el trato social.
Las formas son muy importantes, porque si descuidamos esos aspectos formales acabaremos siendo todos unos informales. Y a veces conviene recordar que hubo un tiempo en que quien despreciaba esos detalles en el trato social era considerado simplemente como un maleducado.
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